viernes, 20 de enero de 2012

Al buen entendedor ... Aprender a ver lo invisible

Hay un refrán popular que dice: “Al buen entendedor pocas palabras”, este sabio dicho es muy útil para ser aplicado en casa con los hijos así como dentro del aula. Digamos entonces que los padres o maestros, necesitan ser  “buenos entendedores”, que con poca información verbal de los hijos o alumnos, sean capaces de percibir elementos tan variados como por ejemplo, los rasgos generales de la personalidad, los distintos estilos de aprendizaje, e incluso algunas veces, hasta conductas que indican los estados de ánimo con los que los hijos o alumnos, viven y experimentan las situaciones o actividades, tanto escolares, como extraescolares.

Los padres y maestros entonces, además de ser buenos instructores y transmisores, estamos también destinados a ser “buenos entendedores”.

¿Cuáles podrían entonces ser algunas herramientas básicas para poder desarrollar esta habilidad en nuestra labor ?

Iniciaré por mencionar lo elemental: observar. Y al hablar de observar, quisiera dejar en claro, que me refiero a tener una visión amplia de lo que sucede en mi casa o en mi aula, con mis niños y entre mis niños.  En palabras de Jonathan Swift, lo que deseo transmitir se resume es esta línea: “Visión es el arte de ver las cosas invisibles” (Jonathan Swift).  Por lo tanto se trata de esforzarnos por observar aquello, que ante nuestros sentidos, pudiera pasar desapercibido. Aquello que pudiera estar oculto detrás de un rostro tímido, perezoso o molesto; aquello que con frecuencia no es expresado verbalmente de forma clara. Si logramos tener esa visión dentro de nuestro hogar o salón de clases, podremos realmente proyectar el desarrollo y la apropiación de las competencias en nuestros hijos y alumnos y por lo tanto, será también posible que ellos logren forjar actitudes que les permitan: conocer, hacer, ser y convivir con los demás. (Comisión Internacional para la Educación del siglo XXI, UNESCO).

En el caso de los maestros, estamos conscientes que observar a cuarenta o algunas veces más alumnos dentro de un mismo salón de clases, no será una labor sencilla… sin embargo: “La práctica hace al maestro”. El empeño constate por ampliar nuestra visión, hasta percibir lo invisible, nos llevará indudablemente a observar cada vez con más fineza y efectividad. Los patrones de conducta son afines y muchas veces habituales, sólo necesitamos darnos la oportunidad de aprender a identificarlos.

Además de observar, otra herramienta muy útil para convertirnos en “buenos entendedores”, es el no prejuzgar. Dejar que las situaciones se presenten, se filtren por nuestros sentidos tal cual ocurren, para que seamos capaces de analizarlas sin prejuicio alguno, para que nada estorbe a nuestro imparcial punto de vista. Este sano fluir, nos permitirá “entender” la situación que se presenta, sea esta de la naturaleza que sea.

Este proceder, es percibido por el niño, como un trato justo. La Neuroética, nos explica  cómo el cerebro procesa naturalmente en función de la justica, (moral, consciencia, sentimientos), es por eso que cuando actuamos sin prejuicios, este justo actuar, propicia la apertura al entendimiento, interacción y asimilación de los procesos de enseñanza en los niños, porque… Todos deseamos juicios limpios y claros ¿Cierto?.

Otra herramienta de utilidad para lograr ser “buenos entendedores” es el amor o la bondad. Y me atrevería a decir que abraza las antes mencionadas de una forma especial. Decía San Agustín: “En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, el amor”.  Si logramos ver y vivir con bondad  mientras trabajamos en educar a nuestros niños, estoy segura que muchos de los fenómenos socio-escolares que ahora vivimos, como la indisciplina, la violencia, la apatía entre otros tantos, podrían tomar un mejor cauce. Un cauce que llevara sus aguas a un lugar en donde, reposando tranquilas, pudieran reflejar los destellos del sol y la majestuosidad de la luna.

Como inicié diciendo: “Al buen entendedor pocas palabras”, concluyo invitándolos a todos ustedes maestros y padres, a reflexionar un poco sobre las líneas escritas aquí y a medir la forma en que las mismas cobran vida tanto en el salón de clases, como en casa.

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín

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