lunes, 3 de junio de 2013

Para enseñar valores…

                         

La Formación en valores nos atañe a todos: familia, escuela, maestros, gobierno, sociedad, iglesia y otras instituciones más… Lo cierto es que definir conceptualmente un valor, no es algo que alcance a trascender la cognición, en la mayoría de las situaciones. Utilizando herramientas que nos permitan generar un espacio de asimilación fértil podemos entonces alcanzar el nivel cognitivo, el nivel emotivo y el nivel conductual. Es en esa integración, en la que un valor es construido y verdaderamente apropiado por los alumnos. Les invito a compartir este cuento con sus estudiantes, para rescatar de él los valores que están implícitos, y para profundizar con preguntas que ustedes puedan guiar, la reflexión grupal que lleve al despertar de la consciencia; después de todo, siempre se puede disfrutar de un buen cuento. ¡Éxito!

 

Isabel y su globo rosa

Había una vez una niña de nombre Isabel que vivía con su familia en una pequeña granja. Ella era diferente, te diré por qué. A Isabel le gustaba mucho salir de su cabaña y observar por largo rato lo que a su alrededor acontecía: miraba cómo vivían los animales, cómo crecían las flores y las plantas, cómo trabajaban los campesinos la tierra, cómo algunos de sus vecinos,  pequeños como ella, salían a jugar y también cómo otros se divertían con juguetes que sus padres les compraban en la ciudad.

Isabel disfrutaba de sus días en contacto con la naturaleza y sus ciclos.  Una mañana, mientras paseaba cerca del pozo de agua, se dio cuenta de que no estaba igual de lleno que en otras ocasiones: el nivel de agua era más bajo. Observó a detalle durante siete días seguidos y cada vez bajaba más. También se percató de que algunos campesinos llenaban tres cubetas de agua para regar las hortalizas, cuando sólo necesitaban dos porque la tercera la vertían sobre tierra ya húmeda que otros habían regado con sistemas avanzados de rocío de agua. Incluso pudo observar que algunos animales tiraban el agua que sus amos vertían en grandes tarjas de donde ellos bebían, eso sin contar toda aquella agua que se desperdiciaba al lavar los trastes y en otros quehaceres domésticos.

Un cosquilleo especial y muy fuerte alertó el corazón de Isabel y una moción llegó a su espíritu. Tomó de su bolso derecho un globo rosa con el que había jugado en días previos correteando a las gallinas y fue al pozo para, utilizando un embudo, llenar el globo con agua. Fue muy cuidadosa para que no se derramara ni una gotita mientras lo llenaba. Después Isabel llevó ese globo con agua a su cofre púrpura tallado en madera, en donde guardaba sus tesoros más preciados.

La pequeña niña veía cómo el pozo cada día estaba más vacío y se preguntaba si sucedería lo mismo en los pozos de las otras granjas. El día llegó en que las comunidades de granjeros se reunieron para tratar el problema del agua, que era para todos ya un asunto urgente de atender.

Algunos granjeros propusieron buscar agua en otras tierras; otros en comprar tecnología para hacer pozos más profundos y tratar de encontrar nuevos nacimientos de agua. Así diferentes ideas fueron expresadas por los habitantes de la comunidad, todas ellas basadas en cómo solucionar el problema del agua.

Isabel, que acompañaba a su padre en la reunión, levantaba su mano pidiendo la palabra, pero era tanta lo preocupación y confusión de los asistentes que todos sus intentos fueron inútiles hasta que con voz muy firme dijo: -Yo guardé mucha agua y puedo compartirla.  Por un instante todo aquel bullicio cesó y la voz de la pequeña Isabel fue escuchada. Ella repitió: -Yo guardé mucha agua y puedo compartirla”- al tiempo en que alzaba en su pequeña mano aquel globo rosa que había llenado con agua del pozo de su granja.

-¿Y cómo es que puedes ayudarnos pequeña?- Le preguntó un hombre de cabello cano que se antepuso a la multitud.

Isabel contestó: -En este globo guardo agua de mi pozo. Yo vi desde hace algún tiempo cómo el nivel del agua iba bajando poco a poco, así que decidí llenar este globo.

Algunos asistentes se carcajearon por la ocurrencia de la pequeña; otros miraban con enfado al padre de la niña por la intervención inoportuna y el corazón de otros pocos se encogió por la buena voluntad de la pequeña.

El líder de la asamblea nuevamente le preguntó a la niña: -¿Y qué propones que hagamos con el agua que guardaste, ya viste cuántos somos?

Isabel se volteó de frente a los asistentes haciendo un conteo visual muy ágil y veloz, entonces dijo con bravía: -¡Mi padre dice que la tierra es generosa; yo creo que el agua también lo es! Si agregamos un poco de mi agua a cada uno de sus pozos, estoy segura de que ellos, al igual que el de nuestra granja, se llenarán otra vez de agua, ¡porque yo guardé esta agua para una emergencia como ésta!

Varias decisiones se tomaron en esa reunión, opciones avanzadas para corregir el problema del agua.  El encargado de la junta y otros cinco granjeros acordaron con el padre de la niña que al día siguiente le permitirían verter el agua en sus pozos. La mayoría de ellos se mostraron incrédulos pero compasivos con la noble intención de la niña.

Al día siguiente Isabel y su padre fueron al pozo de la granja y derramaron apenas unas gotas de agua en él. –Recuerda que debe alcanzarnos para todos-, le dijo Isabel a su papá. Y así lo hicieron con los otros seis pozos de las diferentes granjas. Al terminar, Isabel todavía tenía agua en su globo que guardaba para cuando los otros granjeros se decidieran.

Esa misma noche los pozos derramaron su agua humedeciendo toda la tierra que los circundaba. Y al unirse unas aguas con otras, una estela brillante de luz se dibujó en el cielo, lo suficientemente brillante para que los granjeros pudieran abrir sus ojos.

-Hay que detenernos a ver con la humildad de la mirada- dijo el líder de las comunidades sorprendido por la hazaña de la niña.

Te invito a compartir la experiencia que tuviste con este cuento en tu salón de clases en el blog: http://miscartasdenavegacion2011.blogspot.mx/  o a mi correo electrónico.

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín

naty@miscartasdenavegacion.


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