jueves, 6 de diciembre de 2012


                       Una gota de tinta para estas fiestas.
 Estaba concluyendo el año, sólo faltaban algunas horas para que cambiara el dígito en el calendario. Entró en su cubículo, se sentó sobre aquella silla desgastada y con sigilo recorrió algunos libros y papeles que estorbaban el centro de su escritorio para poder colocar ahí su carpeta color café.

Sacó de su abrigo un pedazo de papel y tomándolo entre sus manos lo descansó en el vidrio opaco y rayado del escritorio. Lo extendió tratando de rescatar con cuidado la esquina levemente doblada del lado derecho. Una vez que lo tuvo al fin listo, comenzó una ronda de caricias, que al trazar nuevamente con las yemas de sus dedos esas letras escritas, corrió en sus ojos un velo líquido al tiempo en que su corazón daba un salto acelerado y a destiempo.

Luego con un suspiro, recuperó el recuerdo. Volvió a caminar sus pasos por el pasillo de la escuela en donde aquel adolescente lo alcanzó antes de la salida para entregarle entre sus manos rojizas un pedazo de papel doblado, acompañándolo con las palabras: “Que tenga felices fiestas maestro”.  En aquel momento el profesor sólo tomó el papel y agradeciéndole a su joven alumno lo introdujo en su abrigo ya que la prisa de ir a la otra escuela a iniciar su turno vespertino le apremiaba.

Los días pasaron y en la barahúnda del término del curso y de las fiestas navideñas el profesor olvidó aquella nota. Fue hasta ese día en que nuevamente usó el mismo abrigo, que sentado en la alameda central reflexionando sobre los detalles del año vivido y descansando sus manos en el bolsillo lo encontró, justo ahí, en donde había estado esperando por tantos días…

Lo leyó por primera vez  or primera vez y sintió que la banca en la que estaba sentado se elevaba, él se estremecía, su consciencia se inquietaba y era como si de pronto no supiera leer, las letras distorsionaban su forma, las palabras cambiaban su significado, su sentido…

Cómo quisiera poder regresar el tiempo, cómo sería posible retomar ese momento, cómo quisiera convertirse en la tinta que vertida en ese papel quedaba impresa, transcendiendo, agitándolo de tal manera en ese instante…

Estos cuestionamientos y muchos más rebotaban en la alameda central, entrando y saliendo del corazón de aquél profesor, que no supo dar un minuto a su joven estudiante, que no pudo darse valor y detenerse tan sólo por un minuto, por un valioso minuto…


De pronto, la ronda de caricias sobre aquel pedazo de papel extendido en el vidrio gastado y viejo del escritorio, testigo de tantos escritos de jóvenes estudiantes que habían pasado por ahí para ser evaluados, y ahora testigo y cómplice de uno más que sería el detonador del cambio de aquel profesor, quien ahora con un corazón más en calma, más receptivo y más sensible, atendió con prontitud al llamado de su pequeño hijo para ir a compartir la cena en víspera del año nuevo.

Tomó el pedazo de papel y en el respaldo del mismo, dibujó con un lápiz de color azul un reloj sin manecillas y lo colocó bajo el cristal de cara al escritorio, para al ver su dibujo, poder así conectar con el escrito de ese joven alumno y retomar la vida con un tinte diferente, quizás uno más abrillantado, tal vez uno matizado en mate, no lo sé…


En estas fechas que estamos viviendo: momentos de dicha, de convivencia, de reflexión, te invito a que seas tinta que impregne el pedazo de papel y a que muestres en esa cara opuesta al reloj, aquello que debemos observar y mejorar en nuestra labor docente, no sólo pensando en el año nuevo que se aproxima, sino en cada momento, en cada día, en nuestro presente, aquí justo ahora mismo, en este instante deseo que derrames la primera gota.


 

¡Festeja como pez! 

¡Felices fiestas!

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín.