martes, 15 de mayo de 2012

La voz invisible


Uno de esos días que dedicamos tiempo a platicar, un amigo me compartió una historia que hizo que mi corazón latiera fuertemente:

Esta historia trata sobre un joven, que un día estaba cerca de un acantilado. Mientras caminaba de frente maravillado por el paisaje, se acercaba sin darse cuenta, peligrosamente hasta la orilla. De pronto le pareció escuchar una vocecita, que suavemente le decía al oído: “Ve más despacio, y mira por dónde van tus pasos”. El joven volteó para ver quién estaba justo detrás de él hablándole, pero no vio a nadie y continuó su camino.

Mantuvo su marcha de prisa hacia la imponente barranca, con un deseo incontenible de contemplar la cañada desde esa gran altura… Nuevamente escuchó una vocecita tenue que le decía: “Si yo fuera tú, caminaría más lento, así podría disfrutar más del paisaje, y no me acercaría tan rápido a la orilla, puede ser peligroso, es muy alta esta montaña…” El joven miró nuevamente a su alrededor para ver quién estaba aconsejándolo, pero no vio a nadie ahí y siguió incrédulo su camino.

Cuando estaba ya muy cerca de la orilla, sintió bajo sus pies la tierra resbalosa y frágil cediendo al peso de su cuerpo, había un peligro real de despeñarse por la barranca. En ese momento escuchó de nuevo una voz tras su oído: “Acuéstate en el piso, sujétate de ese árbol y disfruta de este hermoso acantilado, tal vez en esta posición puedas evitar caer”…  

El joven inmediatamente se tiro al piso y se sujetó del tronco de un pequeño árbol que estaba a su derecha. La tierra suelta de la orilla, se desprendía hacia la barranca con tan sólo tocarla. Efectivamente, hubiera podido caer desde tal altura. Al darse cuenta de esto, buscó nuevamente a su alrededor al que estaba ayudándolo a guiar sus movimientos, pero por mucho que se esforzó no encontró a nadie. Ese día el joven disfrutó por un largo rato su visita al acantilado con el placer de percibir no sólo lo que sus ojos podían apreciar, sino también sus oídos, su olfato, su tacto y todos sus otros sentidos…

Muchos maestros pasamos invisibles a la vista de nuestros alumnos; algunas veces pareciera que tenemos un poder mágico para no ser vistos o escuchados, y también es como si en algunas otras ocasiones nuestra presencia no fuera tan requerida o necesaria. Pero algo es seguro; la vocación que llevamos en el corazón para ser maestros, alcanza con sus latidos, las fibras más sensibles, aquellas que hacen que los jóvenes, como el de la historia, escuchen consejos sin darse cuenta de dónde o de quién provienen. Hacen que las personas razonen, hacen que las conciencias se eleven y pueda evolucionar nuestro mundo, nuestra especie, nuestro universo, y todo ello, gracias a los latidos fuertes del corazón de un maestro…

¡Muchas felicidades maestros por latir tan fuertemente!

Cariñosamente:

Mtra. María Natividad Fernández Morfín.


sábado, 12 de mayo de 2012

Entre la realidad de adentro y la realidad de afuera…


En mi trabajo como psicoterapeuta suelo encontrar con cierta frecuencia un importante conflicto vivido por muchas  personas: por un lado está aquello que ocurre fuera de ellas mismas y por otro lado está aquello que ocurre dentro y que por desgracia (aparentemente), pareciera que caminan en direcciones no solo diferentes sino incluso, contradictorias… Una mujer me puede decir: “pienso que no he logrado nada en mi vida”, mientras que resulta ser una esforzada mujer que trata de hacer lo mejor que puede, que es madre, que satisface muchas de las necesidades de su hijo, que logra salir adelante gracias a su esfuerzo y habilidades, que al mismo tiempo que es madre y ama de casa, intenta también alcanzar sus anhelos profesionales, etc. Sin embargo pareciera que todo esto tiene la cualidad de ser invisible a su percepción, como si se diluyera en el aire mismo.

¿Qué es lo que pasa ahí? ¿Cómo es que esto ocurre? ¿Cómo es que los ojos se cierran de esa manera? ¿Cómo es que los oídos se ponen sordos? Anthony de Mello dice que la felicidad y de la mano de ella, la plenitud, están invariablemente disponibles para nosotros… solamente que solemos tener mucho miedo de alcanzarla, dado que al parecer no estamos acostumbrados a tenerla. Aún cuando pudiera resultar contradictorio, parecemos preferir perseguirla que tenerla y buscamos de una y mil maneras “alcanzarla” deseamos desarrollar al máximo nuestra “espiritualidad” porque alguien nos ha dicho que quizás ahí la encontraremos, buscamos a la mujer perfecta o al hombre perfecto porque “sabemos que ahí la encontraremos” deseamos ser los padres perfectos para en la realización de este ideal lograr la plenitud, sin embargo, invariablemente pareciera faltar algo más…

Y mientras yo me atareo en el desarrollo de mi “espiritualidad”, en la búsqueda de la mujer perfecta o del hombre perfecto, en la capacitación necesaria para ser el padre ideal… el sol ha salido en innumerables ocasiones pintando el cielo de mil colores a cual más de ellos fantásticamente perfectos, los campos han florecido con flores de diversos colores, tamaños, aromas, texturas; he tenido frente a mí a una gran cantidad de personas a cual más de ellas valiosas; el canto de los pájaros ha llenado el ambiente por completo con distintas tonalidades e intensidades; mi hijo me ha mirado desde su corazón con un profundo agradecimiento; mis padres han vibrado en su interior pletóricos de orgullo por lo por mi logrado y… nada de ello ha alcanzado a ser verdaderamente mío, pues yo estoy comprometidamente buscando la plenitud, la felicidad y bueno, el mundo mientras tanto pasa frente a mí, se configura, se transforma, se diluye, siempre disponible para mí, siempre listo para que yo lo haga mío y junto con él la vida… y quizás lo he perdido de vista…

¿Podría ser que por un momento me detuviera? ¿Podría ser que por un momento dejara de mirar mi interior y todo lo que ello conlleva y que pudiera mirar lo que acontece frente a mí? ¿Cómo sería para mí lograrlo? Quien sabe… quizás al hacer mío lo que evidentemente pasa hasta pudiera empezar a resultarme familiar esa grata vibración en mi pecho que a lo mejor se parece mucho a la felicidad, a la plenitud, quizás hasta pudiera acostumbrarme a eso de a poco, a dejar de buscar y dedicarme a encontrar e incluso, a lo mejor hasta pudiera llegar a encontrarme a mí mismo y podría entonces saberme uno con todo lo que está listo para mí.
Mario Alberto Núñez Molleda- Psicoterapeuta



miércoles, 2 de mayo de 2012

Disonancia cognitiva, una llave que abre a un momento didáctico significativo.

Disonancia cognitiva, una llave que abre a un momento didáctico significativo.

La forma en que la información es recibida, procesada e interpretada en nuestro cerebro, define no sólo la toma de decisiones trascendentales, sino la manera en que ejecutamos las funciones más simples y sencillas; algunas de ellas, pudieran incluso parecer realizadas de manera automática, sin que nuestra conciencia nos avise que está entrando en un proceso de análisis.
Dentro del salón de clases existen procesos y también modelos de enseñanza y de aprendizaje, que han sido estudiados y analizados con la finalidad de desarrollar teorías y estrategias que aporten a la comprensión y mejora de la calidad educativa en nuestro País y en el mundo entero.
 En mi experiencia como evaluadora de la competencia lingüística he podido observar lo predecible de los procesos lingüísticos que ocurren en el salón de clases. Aún cuando se trate de instituciones de variada índole y naturaleza, prevalecen constantes que visten y guían el desarrollo del maestro dentro del aula. Y para dar respaldo a esta aseveración les pido que por un momento reflexionemos sobre la forma en que desarrollamos un día de clase como docentes, la manera en que saludamos, la forma en que registramos la asistencia, nuestros comentarios entre una actividad y otra, cómo damos las indicaciones para salir al descanso, con quiénes compartimos los momentos de recreación en la escuela, lo que usualmente platicamos, cómo retomamos el desarrollo de la clase al volver del recreo, la forma en que cerramos la mañana o tarde de trabajo, la manera en que enviamos la tarea y nos retiramos a casa. Efectivamente podríamos pensar en una rutina. Una rutina de trabajo, dicho desde otro punto de vista una rutina de enseñanza y, de igual manera, por qué no, una rutina de aprendizaje. 
Las rutinas funcionan de muchas maneras. Probablemente hemos escuchado que es muy favorable que un bebé siga una rutina en su esquema de alimentación, sueño y actividades. De acuerdo a Francisco Sáez, fundador de “Facile Things”, las rutinas aportan ciertos beneficios como: simplificar la vida, reducir esfuerzo, aumentar la seguridad y confianza, incrementar la serenidad personal, y ayudar al perfeccionamiento de algunas habilidades. En resumen, el cerebro opera en asonancia o armonía cognitiva.
Operar de manera armónica suena a simple vista lo más recomendable y de hecho es positivo ser armónicos durante el desarrollo de nuestra rutina o esquema de vida, quiero decir que romper constantemente rutinas, o estar en continua fluctuación sería un desorden que en la mayoría de nosotros podría causar confusión y desánimo, además de problemas para adaptarnos. Pero ¿Qué gran parte de nuestro potencial queda comprometido al sólo seguir rutinas?

En el salón de clases, como al inicio comentaba, se crean rutinas en los procesos. Nos daríamos cuenta si pudiéramos video-grabarnos, como incluso, utilizamos un mismo y muy limitado léxico dentro de nuestra mañana o tarde de trabajo escolar.  Resultamos por tanto, altamente “predecibles” en nuestra actividad docente. Desde el enfoque de las Neurociencias, lo que es predecible en los salones de clases es sinónimo de “aburrido”, y el cerebro, al ser un órgano que busca placer, no aplica su potencial en niveles apropiados ante situaciones que producen aburrimiento, que carecen de interés.
Es recomendable por tanto, siempre proveer de variedad en los procesos, ya que esto nos facilita el verdadero desarrollo de las competencias. En esta ocasión quiero mostrarles la llave que abre el ropero de la abuela.  A esta llave la llamamos “disonancia cognitiva” la cual se define como: Un momento didáctico en el que un elemento de fricción requiere que el aprendiz reconcilie una idea disparatada con su modelo mental previo. Este concepto fue formulado por primera vez en 1957 por el Psicólogo estadounidense Leon Festinger, en su obra “A theory of cognitive dissonance”. En su teoría plantea, que al producirse la incongruencia o disonancia de manera apreciable, la persona se ve automáticamente motivada para esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir tensión, hasta conseguir que el conjunto de sus ideas y actitudes embonen entre sí, constituyendo una cierta coherencia interna. http://facilethings.com, http:// wikipedia.com
Un ejemplo sencillo de una disonancia cognitiva en el aula es presentar una actividad de una manera disparatada o con elementos secundarios incongruentes, por ejemplo: Introducir el tema de las sumas a nivel primaria, con un ejemplo como este:
2 moscas naranjas + 2 moscas amarillas suman un totalde 4 moscas.
Es evidente que los niños no han visto moscas naranjas ni tampoco amarillas; en este instante el cerebro inicia un proceso de fricción que nos genera “un momento didáctico” en donde lo que sea que estemos instruyendo, en este caso la función de sumar, será asimilado, y anclado de una forma más sencilla, pero sobre todo, más duradera gracias a los procesos que se agilizan de manera no consciente en el cerebro. Como este ejemplo, podríamos encontrar muchos más: Para centrar la atención, saludar a manera de despedida; o quizá prepararnos para salir al recreo, como si fuéramos a aplicar un examen o viceversa. El hecho importante es dar variedad a esa rutina en la que estamos inmersos durante nuestro día de trabajo, siempre con un objetivo claro que favorezca la enseñanza.
Yo los invito a incluir las disonancias cognitivas en el aula, cuya efectividad está probada; estoy segura que podrán generar muchos, muy productivos y agradables momentos didácticos. Podrán existir infinitos tipos de llaves para abrir el ropero de la abuela pero, sin duda alguna, la llave que ciertamente lo abrirá es aquella que logre embonar perfecto con la cerradura.
Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín
01-800-830-4114.