sábado, 12 de mayo de 2012

Entre la realidad de adentro y la realidad de afuera…


En mi trabajo como psicoterapeuta suelo encontrar con cierta frecuencia un importante conflicto vivido por muchas  personas: por un lado está aquello que ocurre fuera de ellas mismas y por otro lado está aquello que ocurre dentro y que por desgracia (aparentemente), pareciera que caminan en direcciones no solo diferentes sino incluso, contradictorias… Una mujer me puede decir: “pienso que no he logrado nada en mi vida”, mientras que resulta ser una esforzada mujer que trata de hacer lo mejor que puede, que es madre, que satisface muchas de las necesidades de su hijo, que logra salir adelante gracias a su esfuerzo y habilidades, que al mismo tiempo que es madre y ama de casa, intenta también alcanzar sus anhelos profesionales, etc. Sin embargo pareciera que todo esto tiene la cualidad de ser invisible a su percepción, como si se diluyera en el aire mismo.

¿Qué es lo que pasa ahí? ¿Cómo es que esto ocurre? ¿Cómo es que los ojos se cierran de esa manera? ¿Cómo es que los oídos se ponen sordos? Anthony de Mello dice que la felicidad y de la mano de ella, la plenitud, están invariablemente disponibles para nosotros… solamente que solemos tener mucho miedo de alcanzarla, dado que al parecer no estamos acostumbrados a tenerla. Aún cuando pudiera resultar contradictorio, parecemos preferir perseguirla que tenerla y buscamos de una y mil maneras “alcanzarla” deseamos desarrollar al máximo nuestra “espiritualidad” porque alguien nos ha dicho que quizás ahí la encontraremos, buscamos a la mujer perfecta o al hombre perfecto porque “sabemos que ahí la encontraremos” deseamos ser los padres perfectos para en la realización de este ideal lograr la plenitud, sin embargo, invariablemente pareciera faltar algo más…

Y mientras yo me atareo en el desarrollo de mi “espiritualidad”, en la búsqueda de la mujer perfecta o del hombre perfecto, en la capacitación necesaria para ser el padre ideal… el sol ha salido en innumerables ocasiones pintando el cielo de mil colores a cual más de ellos fantásticamente perfectos, los campos han florecido con flores de diversos colores, tamaños, aromas, texturas; he tenido frente a mí a una gran cantidad de personas a cual más de ellas valiosas; el canto de los pájaros ha llenado el ambiente por completo con distintas tonalidades e intensidades; mi hijo me ha mirado desde su corazón con un profundo agradecimiento; mis padres han vibrado en su interior pletóricos de orgullo por lo por mi logrado y… nada de ello ha alcanzado a ser verdaderamente mío, pues yo estoy comprometidamente buscando la plenitud, la felicidad y bueno, el mundo mientras tanto pasa frente a mí, se configura, se transforma, se diluye, siempre disponible para mí, siempre listo para que yo lo haga mío y junto con él la vida… y quizás lo he perdido de vista…

¿Podría ser que por un momento me detuviera? ¿Podría ser que por un momento dejara de mirar mi interior y todo lo que ello conlleva y que pudiera mirar lo que acontece frente a mí? ¿Cómo sería para mí lograrlo? Quien sabe… quizás al hacer mío lo que evidentemente pasa hasta pudiera empezar a resultarme familiar esa grata vibración en mi pecho que a lo mejor se parece mucho a la felicidad, a la plenitud, quizás hasta pudiera acostumbrarme a eso de a poco, a dejar de buscar y dedicarme a encontrar e incluso, a lo mejor hasta pudiera llegar a encontrarme a mí mismo y podría entonces saberme uno con todo lo que está listo para mí.
Mario Alberto Núñez Molleda- Psicoterapeuta



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