jueves, 27 de septiembre de 2012

 
¡Que levante la mano quien lea!
                 Cruzando fronteras…
 Cuando escuchamos o hablamos sobre fronteras, lo primero que quizás llegue a nuestra mente es la imagen de una franja de territorio situada en torno a ciertos límites; es curioso pero leí que a su vez, en definición, el término límite está muy ligado a una concepción imaginaria. Entonces ¿será que las fronteras trascienden el aspecto territorial, el concepto concreto con el que son nombradas o determinadas?
un poco sobre mi labor docente, puedo identificar varias fronteras que están presentes en todo momento, algunas marcan sus límites por las instituciones, otras marcan sus límites por nuestras percepciones, y pienso en muchas otras que aparecen justo al momento de empezar nuestra clase cada día, ciertas fronteras las edificamos nosotros, en cambio otras llegan delimitadas por nuestros alumnos, por nuestros compañeros de trabajo, incluso por nuestro entorno.  Es una gran ventaja para nuestros ojos que no todas estas fronteras sean “visibles” de primera instancia, ¿te imaginas cómo sería verlas en todo momento? Sin embargo, aún cuando no las “veamos” efectivamente están ahí, y pueden ser motor o estorbo para nuestro desarrollo profesional. Entre más resilientes seamos como maestros, en la medida en que poseamos mayor cantidad de recursos para poder “cruzar” esas fronteras, más fluido será nuestro transito por la escuela, por la vida…
En esta ocasión les comparto con alegría que estaremos exhibiendo el Performance de la presentación de la novela “Yo también crucé la frontera”, el día jueves 25 de Octubre a las 20 horas, a partir de ese día en mi correo de contacto pueden solicitar impresiones de la misma. Les doy a leer el prólogo, no sin antes invitarles, maestros (as) a que “crucen fronteras”, tanto las del día a día, como aquellas más escabrosas que nos hacen fortalecernos como maestros facilitadores con una auténtica actitud sensible y sutil para enseñar significativamente.
 ¡Que levante la mano quien lea!
Al igual que otros pequeños placeres de la vida, leer guarda entre sus cuatro sonidos beneficios propios de considerarse parte de nuestra herencia. A diferencia de otros placeres de la vida, leer tiene el poder de silenciar el tiempo, además de agilizar y estructurar el pensamiento gratuito.
El hecho de leer, de manera individual o colectiva, activa un espacio íntimo que genera nuevos diálogos de saberes en dos direcciones: una, de prospección interna, la cual contribuye a la construcción de la identidad; y otra, de prospección externa, que contribuye a la identidad más inteligente de un pueblo, un país, un mundo comprometido con su futuro. Ambas líneas, como si de dos estrellas fugaces se tratara, se cruzan creando una historia mínima que debe ser considerada un bien social y por consiguiente, un marco de abstracción, interpretación y reflexión. Estas tres habilidades deben orientarse y desarrollarse en beneficio de la reconstrucción de lo común mediante el hábito lector y, aquello que lo antecede, el saber por qué hacerlo.
La lectura de Yo también crucé la frontera de la cual hablo pero no cuento camina por los senderos de una realidad social mexicana diversa y arriesgada que forma parte de la historia: la que hace de su escenario malabares, personas que anhelan viajar a otras latitudes buscando el sentido de sus vidas. La novela dirigida a adolescentes, jóvenes y adultos por su diversidad temática actual y adecuación literaria ofrece soluciones alternativas a situaciones difíciles cotidianas, por lo que muestra su compromiso social. Con estilo literario ágil, sencillo y humilde, no por ello menos valiente ni falto de confianza, el fluir de la novela invita, en primer lugar, a compartir empatía y ternura por el alter ego, y en segundo lugar, a soñar aquí en este país descubriendo el fantástico viaje del ser creativo y a la vez, resiliente, capaz no sólo de superar situaciones, sino también de construir sueños y la escuela del aprendizaje que posibilitan el disfrute de la vida. La novela, capaz de hilvanar un yo interior a través de sus once capítulos secuenciados con títulos breves, ofrece la esencia y las claves del ser creativo capaz de plantear propuestas bajo diferentes puntos de vista. Esta esencia constituye una necesidad expresada de abordaje prioritario por diferentes ámbitos profesionales, entre ellos el educativo y el empresarial, y de cada uno de los lectores que los integran.
La protagonista pinta con sus cinco y un sentidos la solidaridad y la cooperación que lleva adentro, orígenes para emprender nuevos proyectos personales y profesionales, no sin antes analizar con cautela pasos al frente acompañados de estados de conciencia que lepermiten tomar sus únicas decisiones.
La autora María Natividad Fernández Morfín, soñadora de nuevas realidades en este país lanza a través de esta novela diversas piedras a la fuente de la esperanza, unas llevan el nombre de cada uno de los personajes; otras, de los lugares donde transcurre la acción; otras, del tiempo en que habita cada capítulo; otras, de la acción y las diferentes relaciones que se tejen, no todas necesariamente humanas, también con el entorno y con uno mismo. La novela de encaje humanista construye optimismo social capaz de acercarse, tocar el agua y ver en el fondo una ciudad habitada por pensamientos,  emociones y actitudes, sin olvidar que de noche la luna será testigo de las dimensiones de las olas que trae la marea, el inconsciente. Las olas grandes empujan la conciencia; las pequeñas, el corazón.
La obra de carácter pedagógico regenera en el lector la curiosidad y la motivación capaces de producir cambios, y por qué no el mundo; además contagia  el entusiasmo del que beben cada una de sus palabras por reconstruir el tejido social del sueño mexicano, aquí, más que nunca en este nuestro país. No hay viaje más largo que quedarse en el mismo lugar. Y no olvides bajar tu mano ni pidas que te cuenten. Si ella supo cruzar la frontera, tú también puedes cruzar la novela. Sigue leyendo...
Héctor Tronchoni Albert
Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín
01-800-830-41-14
452 52 8 65 49

viernes, 14 de septiembre de 2012

Del Espacio de papá y mamá


Del espacio de papá y mamá…

Las maneras en como un hombre y una mujer deciden establecer y vivir una relación de pareja son tan diversas, como incontables los granos de arena de una playa y todas ellas tan válidas, como sostenidas por sus propias historias y biografías. Puede ser que si las veo desde fuera pudiera cuestionar muchas cosas, pudiera ser incluso que decidiera calificarlas como funcionales o patológicas, quizás incluso con muchos otros calificativos más o menos llenos de apreciaciones solo mías y por tanto completamente fuera del contexto de lo que ahí REALMENTE ocurre, sin embargo, la realidad INVARIABLEMENTE grita muy por encima de todo aquello que yo o tú pudiéramos decir.

Mientras se trata de una opción elegida por dos personas adultas, habríamos de entender que es SU RELACIÓN y quizás incluso podríamos, siendo verdaderamente concientes elegir no calificarla más allá, existe un proverbio de algún grupo indígena de la América precolombina que dice poco más o menos así “Si quieres juzgar a una persona has de calzar sus mocasines por siete lunas”… seguramente si hiciéramos eso antes de emitir un juicio, habríamos de ser mucho más benévolos que si lo hacemos solamente desde nuestros propios zapatos.

Sin embargo, aún cuando concientemente quizás podemos ver esto, en el trajín del día a día, es mucho más fácil elegir olvidarnos de mocasín alguno y emitir juicios o apreciaciones a diestra y siniestra, esto se vuelve particularmente peligroso cuando la relación que estoy calificando es la de aquellos gracias a los cuales estoy en este mundo: la relación de MI papá y MI mamá y so pretexto de que “Tengo el derecho que me da el ser parte de esa historia y el haberlo padecido” y bueno, de que puedo hacerlo ¡Claro que puedo hacerlo! De que eso deje algún beneficio, yo no estoy tan seguro…

Cuando elijo una postura calificadora con respecto a los dos que abrieron la puerta de la vida para mí o con respecto a alguno de ellos, invariablemente yo seré el perdedor independientemente de a quien decida otorgarle el veredicto favorable o la absolución, pues cuando elijo optar por alguno de los dos, me pierdo invariablemente del otro y por tanto, de lo mucho que ese otro puede darme, esto vale desde luego en el plano conciente como también en un plano más fino y sutil. Invariablemente, el camino para que yo pueda ser quien puedo ser es el que tiene dos orillas que enmarcan mi caminar, a la derecha mi padre y a la izquierda mi madre, no existe un camino cuando solo hay una de las márgenes ¿Cómo caminar entonces? Tampoco puedo hacer venir una margen para mi camino que venga de otro camino distinto a mío, dado que “Ese camino si lo conozco” aunque no es mío o bien, dado que ese camino “Si lo he caminado por que ese sí estuvo”.

El espacio de papá y mamá es un espacio SAGRADO en donde los hijos no tenemos derecho de inmiscuirnos, es un espacio que se construyó mucho tiempo antes de que yo siquiera estuviera en calidad de proyecto y por tanto invariablemente me resultará inalcanzable por su enormidad y complejidad, es curioso, es un mundo que probablemente me resulta tan difícil de entender también precisamente por la excesiva cercanía con la que lo intento y puedo ver, pienso que es como si quisiera describir una moneda cuando la tengo a tres milímetros de mis ojos, seguramente podría hablar de la moneda, sin embargo, seguramente también, sería muy poco probable que pudiera verdaderamente hablar de la moneda como tal en su totalidad.

Quizás, hablando de este espacio, lo más y lo mejor que podría hacer es mirar con los ojos límpidos, inclinar suavemente mi cabeza, poner mi mano derecha en mi corazón, inclinar mi cabeza casi al punto de tocar con mi barbilla mi pecho y emitir desde lo más profundo de mi corazón un claro SÍ, quizás después podría girar un poco e iniciar a caminar este, mi camino, con sus dos márgenes que seguro me llevará a buen destino.