sábado, 28 de enero de 2012

Cada quien en su lugar

Cuando pienso en una persona, me cuesta mucho trabajo imaginarla sin un contexto de relaciones que abarcan las diversas esferas de su vida y que han estado y estarán presentes a lo largo de su vida: de entrada nacemos de un papá y de una mamá únicos y completamente exclusivos para cada uno de nosotros que, desde luego que matizarán cada uno de los rasgos de nuestra presencia en el mundo, desde lo evidente hasta lo profundamente sutil… ellos son la única puerta por la cual pude haber llegado aquí, ninguna otra, tal y como fue, tal y como se dio para mí y de ninguna otra manera. Si puedo ver esto, sin duda he de reconocer un lugar muy especial para ellos en mi corazón e incluso en mi propia y cotidiana existencia…



Y sí, además pudiera mirar que así como la puerta de la vida se abrió para mí de manera única y especial, de la misma forma ocurrió para cada uno de los que están a mi alrededor… quizás entonces, podría relacionarme con cada una de las personas respetuosa y amorosamente, quizás podría reconocer que cada uno tiene su propio lugar y que ese lugar que tiene es un lugar que tiene sentido, que no es casual, que para llegar a este momento en este lugar y en estas circunstancias pasaron muchas, muchas cosas… muchas personas previamente hicieron algo para que así fuera…

Y ¿Qué pasaría si al integrarme a otros de los múltiples espacios humanos a los que suelo pertenecer reconociera que cada una de las personas que ahí me acompañan en mi diario caminar tiene también su propio lugar? Y ¿Qué, si además pudiera mirar que para que esa persona, sin importar como sea ahora o como haya sido antes, llegó a este preciso lugar tras mil acontecimientos igual que lo hice yo?

Aún más… ¿Qué tal que reconociera que tanto tú como yo estamos aquí gracias al acto de amor más grande que puede haber… la co-creación? Ese momento exacto en el que se posibilita que algo mucho más grande se haga presente: el milagro de la vida.

Quizás, si esto ocurriera, entonces podría dar a cada uno su verdadero lugar, quizás incluso podría ser verdaderamente respetuoso y amoroso con cada persona a mi alrededor y tendrían cada uno su propio lugar y quizás yo podría tomar el mío propio y ningún otro… no pretendería ser mejor que tú, ni me preocuparía porque tú lo pretendieras, tampoco tendría ningún caso tratar de imponerme a ti en nada ¿Para qué? Y quizás también, podría ser que lo mucho que tengo yo para ofrecerte, te lo pudiera ofrecer y tú lo pudieras tomar… y quizás también, lo mucho que tú tienes para ofrecerme a mí, lo pudiera tomar y a lo mejor incluso, no me sentiría en ninguna deuda contigo ni tampoco probablemente tú te sintieras en ninguna deuda conmigo… Bert Hellinger ha dicho alguna vez que “la paz empieza en el alma”, definitivamente… y creo que empieza en la mía y quizás puede seguir en la tuya, quizás el primer paso sea tomar mi propio lugar y poder mirarte a ti en el tuyo.

viernes, 20 de enero de 2012

Al buen entendedor ... Aprender a ver lo invisible

Hay un refrán popular que dice: “Al buen entendedor pocas palabras”, este sabio dicho es muy útil para ser aplicado en casa con los hijos así como dentro del aula. Digamos entonces que los padres o maestros, necesitan ser  “buenos entendedores”, que con poca información verbal de los hijos o alumnos, sean capaces de percibir elementos tan variados como por ejemplo, los rasgos generales de la personalidad, los distintos estilos de aprendizaje, e incluso algunas veces, hasta conductas que indican los estados de ánimo con los que los hijos o alumnos, viven y experimentan las situaciones o actividades, tanto escolares, como extraescolares.

Los padres y maestros entonces, además de ser buenos instructores y transmisores, estamos también destinados a ser “buenos entendedores”.

¿Cuáles podrían entonces ser algunas herramientas básicas para poder desarrollar esta habilidad en nuestra labor ?

Iniciaré por mencionar lo elemental: observar. Y al hablar de observar, quisiera dejar en claro, que me refiero a tener una visión amplia de lo que sucede en mi casa o en mi aula, con mis niños y entre mis niños.  En palabras de Jonathan Swift, lo que deseo transmitir se resume es esta línea: “Visión es el arte de ver las cosas invisibles” (Jonathan Swift).  Por lo tanto se trata de esforzarnos por observar aquello, que ante nuestros sentidos, pudiera pasar desapercibido. Aquello que pudiera estar oculto detrás de un rostro tímido, perezoso o molesto; aquello que con frecuencia no es expresado verbalmente de forma clara. Si logramos tener esa visión dentro de nuestro hogar o salón de clases, podremos realmente proyectar el desarrollo y la apropiación de las competencias en nuestros hijos y alumnos y por lo tanto, será también posible que ellos logren forjar actitudes que les permitan: conocer, hacer, ser y convivir con los demás. (Comisión Internacional para la Educación del siglo XXI, UNESCO).

En el caso de los maestros, estamos conscientes que observar a cuarenta o algunas veces más alumnos dentro de un mismo salón de clases, no será una labor sencilla… sin embargo: “La práctica hace al maestro”. El empeño constate por ampliar nuestra visión, hasta percibir lo invisible, nos llevará indudablemente a observar cada vez con más fineza y efectividad. Los patrones de conducta son afines y muchas veces habituales, sólo necesitamos darnos la oportunidad de aprender a identificarlos.

Además de observar, otra herramienta muy útil para convertirnos en “buenos entendedores”, es el no prejuzgar. Dejar que las situaciones se presenten, se filtren por nuestros sentidos tal cual ocurren, para que seamos capaces de analizarlas sin prejuicio alguno, para que nada estorbe a nuestro imparcial punto de vista. Este sano fluir, nos permitirá “entender” la situación que se presenta, sea esta de la naturaleza que sea.

Este proceder, es percibido por el niño, como un trato justo. La Neuroética, nos explica  cómo el cerebro procesa naturalmente en función de la justica, (moral, consciencia, sentimientos), es por eso que cuando actuamos sin prejuicios, este justo actuar, propicia la apertura al entendimiento, interacción y asimilación de los procesos de enseñanza en los niños, porque… Todos deseamos juicios limpios y claros ¿Cierto?.

Otra herramienta de utilidad para lograr ser “buenos entendedores” es el amor o la bondad. Y me atrevería a decir que abraza las antes mencionadas de una forma especial. Decía San Agustín: “En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, el amor”.  Si logramos ver y vivir con bondad  mientras trabajamos en educar a nuestros niños, estoy segura que muchos de los fenómenos socio-escolares que ahora vivimos, como la indisciplina, la violencia, la apatía entre otros tantos, podrían tomar un mejor cauce. Un cauce que llevara sus aguas a un lugar en donde, reposando tranquilas, pudieran reflejar los destellos del sol y la majestuosidad de la luna.

Como inicié diciendo: “Al buen entendedor pocas palabras”, concluyo invitándolos a todos ustedes maestros y padres, a reflexionar un poco sobre las líneas escritas aquí y a medir la forma en que las mismas cobran vida tanto en el salón de clases, como en casa.

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín

martes, 10 de enero de 2012

Soy lo que soy y nada más y nada menos…

¿Alguna vez te ha pasado, que después de tener algunas oportunidades de interacción con una persona, una vez que ya se ha roto el hielo te diga: “Fíjate que yo creí que eras de tal o cual forma"… y que esa apreciación resulta cambiar de esa primera impresión a la que viene después¨....?
Las personas solemos fincar expectativas acerca de otros o incluso de nosotros mismos. Esas expectativas algunas veces logran coincidir con lo que somos y otras, las más de las veces, parecieran no coincidir con la persona real que soy o con la cual tengo la oportunidad de interactuar. Esto casi siempre, puede tener algunas implicaciones, tanto para quien espera del otro, como para de quien se espera… Una relación que se establece a partir de este mecanismo de “yo espero de ti”, se convierte invariablemente en una interacción que se distancia de la realidad y puede derivar en una relación divertida, agradable, amena; incluso, llena de sentimientos encontrados… Lo único que le faltaría para ser una relación humana, es que sea REAL… lo otro, mientras que pueda sostenerse en la ilusión, será todo lo que es, sólo que una vez que la ilusión desaparece, lo que suele quedar parece invariablemente insuficiente o insatisfactorio y entonces, puede ser que hasta te sientas traicionado o engañado o sorprendido…  El que era ya no parece ser y eso no lo esperabas. Finalmente, la realidad llega y golpea la fantasía, más tarde o más temprano y lo que deja es justamente lo que hay, nada más.
La manera en como puedo disminuir la posibilidad de que esto ocurra es muy concreta: MIRAR, literalmente, mirar. Cuando yo puedo mirar, entonces la realidad es lo que es y no otra cosa; entonces me relaciono con seres humanos reales, de carne y hueso que suelen tener un poco de todo dentro de sí… Dice el dicho: “De poeta y de loco todos tenemos un poco”, yo agregaría que de poeta, de loco, de santo, de malo, de bueno… de todo hay un poco dentro de mí y cuando lo puedo ver también dentro de ti, así las relaciones humanas, quizás no sean tan hermosas como desearíamos, sin embargo si son REALES, resultarían ser HERMOSAMENTE HUMANAS. Cuando mi pareja tiene un poco de todo eso y yo también, somos el uno para el otro. Igual pasa con los hijos, él tiene  un poco de esto y un poco de lo otro, de manera que yo soy el padre perfecto para él, dado que yo también tengo cosas muy parecidas.
Me encantaría poder vivir en un mundo en el que las personas realmente me MIREN a mí, justamente en lo que soy, nada más. Me encantaría vivir en un mundo en el cual yo pudiera MIRAR a cada uno en lo que es, solamente eso, nada más… Me encantaría sentirme completamente humano al lado de otros completamente humanos, así quizás todos pudiéramos vernos en el terreno común de las personas: la perfecta imperfección y así, quizás podría tomar del otro justamente aquello que tiene para ofrecerme y no más y quizás también podría ofrecerle a los otros, justamente aquello que soy y no más y ellos podrían tomarlo… sólo eso, nada más.
Mario Alberto Núñez Molleda
Psicoterapeuta


viernes, 6 de enero de 2012

Fuera de tiempo.... El cuarto rey mago

“Alguna vez, con aquella vocecita de clavo y anís que tenía, alguna de mis abuelas me contó que los reyes magos no fueron tres en realidad sino cuatro. Me dijo que el cuarto rey mago era un Astrólogo poco competente que se equivocó de estrella, que era olvidadizo y desordenado, que llegó al pesebre muchísimo tiempo después que los demás.

Siempre le había sucedido así… Pero el cuarto rey mago NO se dio por vencido. Regresó a sus apuntes y sus libros, salió cada noche a escudriñar los cielos, cruzó mares y desiertos, siguió nuevas estrellas, incansable y torpe …nunca pudo remediarlo: ¡SIEMPRE LLEGÓ TARDE!

Años y años pasó en su empeño, todo lo perdió, familia, amigos, fortuna, los días y las noches. Hasta que lo alcanzó. Porque finalmente dio con él. Por su puesto que para entonces el cuarto rey mago se había convertido ya en un anciano y aquel cielo ya no tenía estrellas y Jesús no era ya un niño, ni estaba en Belén, estaba en la cruz.

El cuarto rey mago tuvo miedo de haber llegado DEFINITIVAMENTE TARDE, pero Jesús todavía estaba vivo, así que el Astrólogo con el corazón desbocado comenzó a buscar entre su ropa el regalo que había cargado toda la vida para el niño divino y, con horror, descubrió que NO lo llevaba, tal vez nunca lo llevó encima; tal  vez lo olvidó desde que comenzó su aventura tanto tiempo atrás… ya sabemos que era distraído.

Entonces sí, el cuarto rey mago sintió que lo había echado todo a perder, sintió un dolor tan intenso que de sus ojos envejecidos dejó caer tres lágrimas y Jesús, conmovido por la constancia de aquel hombre hizo aún un milagro y le convirtió las lágrimas en perlas para que el Astrólogo, a pesar de su impericia, tuviera algo que regalarle.

Todavía me consuela recordar aquella noche del trópico en que la abuela me contaba todo esto a bordo de un barco, a la vista de Cartagena de Indias. Porque yo también, como el cuarto rey mago, muchas veces he estado fuera de tiempo, me atrevo a pensar que no soy el único que algunos otros también han llegado tarde más de una vez, y que sin embargo, NO se dieron por vencidos, que siguieron el camino buscando OTRAS ESTRELLAS, sin estar jamás seguros de haber encontrado la que cada quien debe seguir…”

Felipe Garrido

Cariñosamente:

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín

miércoles, 4 de enero de 2012

Un propósito de año nuevo…

Inhalar el aire fresco que al llenar mis pulmones se dispersa por el resto de mi cuerpo y le da vida a mis pensamientos. Oler la fragancia de las flores tiernas de un jardín pequeño. Caminar descalza con paso firme en la tierra que mezclada con pequeñas rocas y ramitas abren el camino que me adentra en el bosque. Ver en la beta de los troncos fuertes, la representación de sabias vivencias de tantas y tantas generaciones. Observar a los animales jugueteando y haciendo valer su instinto en la gran diversidad del universo. Escuchar los consejos sabios que el viento susurra en mis oídos. Y en este continuo movimiento voy a detenerme…

…Detenerme a mirar los ojos brillantes de los pequeños. Detenerme a sentir el palpitar de tantos corazones que juntos impulsan a un nuevo rumbo. Detenerme a vibrar con la danza musical del canto de las aves. Detenerme a razonar los impresionantes avances de la humanidad. Detenerme a asimilar tantas experiencias vividas por mí, por los míos, por ti, por el mundo entero. Detenerme a palpar el movimiento del universo y su perfecto equilibrio. Detenerme con la frente al cielo para que mis ojos se impregnen del llanto de las estrellas. Detenerme a llenar mi vida con todo ello.

Detenerme ante tu alma para cobijarla con la mía y juntos sonreír.

Sí, con certeza creo que este año: ¡Sin parar un sólo instante, voy a detenerme!

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín.