viernes, 9 de diciembre de 2011

Provocando el cambio...

Hace unos días escribía un artículo, en el cual enfaticé la importancia esencial en la educación sobre las dos piezas clave en cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje: El maestro y el alumno.

Es evidente que siempre nos encontraremos con diferencias, algunas veces, drásticas en las escuelas o colegios, tanto en infraestructura, como en herramientas pedagógicas, tecnológicas, diseños de instrucción, entre otros factores. Sin embargo estos elementos, no garantizarán el éxito o fracaso de los estudiantes de forma alguna. De igual manera también habrá marcadas diferencias entre las personas, es decir diversos tipos de alumnos, así como estilos de maestros. Pero hay una semejanza que prevalece: somos seres humanos.

Podremos pensar, actuar y provenir de diferentes espacios, pero compartimos en esencia generalidades de raza. ¿Qué pasa con los mexicanos?  ¿Cómo procesamos, cómo reaccionamos, de qué forma destacamos?

Comparto la opinión Mabel Gorbea en su reflexión: “Ciertamente el mundo está cambiando”, en la cual resalta la importancia de atender la parte docente, con salarios y reconocimientos apropiados para favorecer un mejor desarrollo profesional. Considero que esa propuesta, altamente integradora, está bien planteada.  Pero, ¿Estará sustentada la mejora profesional en una mejor retribución económica? Su importancia es innegable, pero no absoluta. El adecuado beneficio económico a la entrega de un profesor, satisface hasta cierto nivel, pero una vez alcanzado el umbral máximo que esta retribución ofrece al ser de los maestros, entonces algo más hará falta, y en ese espacio la parte vocacional juega un papel vital.

En este blog hemos compartido experiencias prácticas, que sirven para atender y dinamizar situaciones específicas propias de la conducta humana, mientras aprendemos o instruimos.  Ahora pondremos énfasis en lo que atañe al amor en los procesos de enseñanza.

En mi percepción, los niños y los jóvenes  hacen un aporte específico  al universo, una contribución de dinamismo expansivo.

Ese dinamismo de amor, está actualmente fracturado. No por los niños o jóvenes, sino por los que estamos continuamente observándolos, analizándolos, y algunas veces culpándolos, de la situación actual en la que vivimos. ¿No será que hay algo que no estamos viendo?  Me atrevo a afirmar que las generaciones modernas son mejores a sus predecesoras por esencia, es parte de la evolución misma.  ¿Qué niebla estará cubriendo nuestros ojos, que nos evita encontrar la mejor forma de ayudar u orientar a estos niños y jóvenes, a encontrar soluciones de vida?

Estoy convencida, de que los niños y jóvenes las pueden ver, las pueden generar, las pueden construir y aún más, las pueden cristalizar.

Nuestra labor como adultos, maestros, padres de familia, no es encontrar una solución, sería muy complejo encontrarla y aún si lo hicieramos, no sería útil más que para nosotros mismos. El camino parece indicar que nuestro trabajo consiste en  dinamizar y agilizar los procesos necesarios, para provocar que los niños, jóvenes o “Ni-nis, construyan una alternativa de progreso, una actitud de éxito.

Existen procesos pedagógicos, así como tecnologías educativas aplicadas al los procesos de enseñanza aprendizaje, que facilitan esta labor. Herramientas probadas, diseñadas para revolucionar el proceso formativo, tornando al profesor en un compañero estratégico, capaz de suscitar la construcción no sólo de conocimientos académicos, sino de caracteres fuertes, llenos de confianza en sí mismos y en la vida. Individuos unificados y comprometidos con su realidad de vida, que descubren en todas sus circunstancias impulsos de crecimiento, alejados del victimismo, la frustración y la apatía. Niños y jóvenes con fuerza industriosa, dispuestos a disfrutar su vida aportándose triunfos memorables y regalando a su entorno social, las obras de su tiempo.

“La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices” (Albert Einsten)

Mtra. Nse. María Natividad Fernández Morfín.



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