sábado, 7 de abril de 2012

Cuando las palabras no alcanzan... el cuerpo habla

Dicen que los sentimientos son en la vida como los acentos en la ortografía, los acentos tienen la cualidad de poner el énfasis en cierta parte de la palabra, de igual manera, los sentimientos tienen la cualidad de poner énfasis en cierta parte de la existencia humana, de los momentos vividos, de la experiencia misma. Esto, aunque pudiera parecer evidente en la comprensión, pareciera no serlo tanto en la vivencia, de tal manera que pareciera que la vamos escribiendo con evidentes faltas de ortografía, sin distinguir entre las agudas, las graves, las esdrújulas y las sobreesdrújulas.

 Cuando pasa que solo escribimos breves frases, pareciera que la trascendencia de  nuestras omisiones fuera mínima, sin embargo, cuando se trata de textos completos, cartas llenas de frases, o incluso quizás breves historias, las cosas cambian, pues el sentido de lo experimentado se deforma de manera evidente y entonces, no es nada difícil perderle el hilo a la experiencia y pues resulta que aquello que registré en mi texto interno pareciera no corresponder en lo más mínimo con la experiencia vivida, todo es confuso, donde debiera decir amó se lee amo, donde debiera decir regresé se lee regrese, incluso, donde debiera leerse cazó se lee casó… en fin, todo aquello se vuelve muy difícil de ir hilando.

Ahora bien ¿Cómo puedo ir acomodando todo eso? que finalmente resulta indispensable poder hacerlo para poder seguir interactuando de alguna forma y bueno, pues una manera frecuente en como solemos hacerlo es acentuando otro elemento de nuestras posibilidades de interacción: nuestro cuerpo… y lo hacemos de diversas maneras, por ejemplo, si mi cuerpo es pequeño y frágil aún y me encuentro ante una situación de vida muy, muy grande que me queda imposible poner en las palabras adecuadas… pues tengo aún el recurso de “hacerme grande” y entonces, mi cuerpo empieza a incrementar su volumen para poder “cargar” con eso que no pude acomodar como correspondía, en las palabras adecuadas y con la “correcta ortografía” y es así que entonces, mi cuerpo va ensanchándose de a poco en poco hasta tener el tamaño exacto que permita cargar con ello. Otra forma, es a través de síntomas concretos, algunas veces muy directos y otras más sutilmente, entonces pasa que me encuentro en mi vida con una experiencia que “me cuesta trabajo digerir” y en mi cuerpo aparece “como por arte de magia” una tremenda “colitis nerviosa” que resulta insufrible y renuente a toda clase de remedios y medicamentos y que “curiosamente” cede por completo cuando algo de mi situación existencial “se acomoda”.

 Una forma más en que nuestro cuerpo nos ayuda en esa interacción con el mundo es, a través de mecanismos tan inusitados como los que algunos jóvenes me han compartido: “Algunas veces me siento muy desesperado, ni siquiera sé la razón ni tampoco sé que hacer para que se calme y lo que hago es hacerme algunas cortadas en los brazos o en las piernas…” es así que entonces, los brazos y las piernas se convierten en los renglones donde los jóvenes hacen las planas completas de lo que se hizo inadecuadamente en otro momento y como prohibida tarea, se oculta detrás de las mangas de la blusa o de la camisa o de los entallados pantalones, es una tarea de alto costo sin embargo, todo sea por lograr darle un sentido a la experiencia de alguna u otra forma.

 Sin duda que cuando las palabras no alcanzan el cuerpo tiene sus maneras de completar la expresión, a veces en automático y otras nosotros valiéndonos de él, solo que pareciera que cuando lo hacemos así fuera una de esas tareas que tanto sancionan las maestras tradicionales, llena de manchones, con letra a veces ilegible, como “patas de araña” y digna de ser repetida nuevamente, esto dado su poca posibilidad de ser leída, te acuerdas como cuando siendo niño alguien te decía “¿Qué son esos jeroglíficos?”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario