viernes, 30 de marzo de 2012

Decir adiós...

Cuando pienso en las muchas cosas agradables que he vivido, en las muchas personas geniales con las que a lo largo de mi vida me he ido encontrado, no puedo dejar de sentir un gran deseo de que esas cosas estuvieran ahí por siempre o de que por lo menos estuvieran siempre disponibles para volver a experimentarlas cuantas veces deseará, sin embargo y no se si desafortunadamente, eso se escapa, tiene una caducidad limitada. Una vez que llega…  las imágenes se van deslizando suavemente entre mis dedos, escapándose y quedando solamente algunos retazos que muy poco tienen que ver con lo vivido.

Cuando el tiempo llega, resulta inevitable despedirse, las opciones se agotan y no hay nada más por hacer excepto tomar lo que esa experiencia me haya dejado. Se me ocurre que resulta muy similar a cuando tengo en mis manos una hermosa fruta, quizás se trate de un gran durazno maduro, de esos que parecieran irreales, justo al punto en que su dulzura está al máximo y que ha pintado su piel en agradables tonos que van del suave amarillo a un naranja un tanto encendido, la tersura de su textura se puede casi tocar con la mirada y sus aromas lo llenan todo… Es una imagen grata, la tengo ahí, justo a mi disposición y puedo elegir tomarla o no tomarla, de cualquier manera pasará, no hay forma de preservarla tal y como se presenta para mí en ese justo momento, inevitablemente pasará.

 Si decido tomarla, entonces dejará de ser un durazno y pasará a ser otra cosa, se irá como todo se va; e igualmente si decido no tomarla, dejará de ser un durazno en algún momento y pasará a ser algo más.

Esos gratos momentos que puedo asociar con personas, con logros o con cualquier otra cosa que para mi es valiosa, resultan ser precisamente muy similares entre sí. Ahí están, solo para mí, para que yo los tome. Una vez que se me presentan, si decido tomarlos, dejarán de ser lo que fueron y pasarán a ser algo más, si decido no tomarlo, igual, también pasarán y no hay manera de cambiar esto…

Ahora bien, si elijo tomarlo, aún con la conciencia de su caducidad, algo habrá de pasar, así como si decido tomar el durazno y comerlo pasando entonces de ser una hermosa fruta a ser una parte de mi ser, así mismo ocurrirá con cada una de las gratas situaciones que voy experimentando y que desearía que perduraran por siempre, si elijo tomarlas, seguramente dejarán de ser lo que hasta ese momento eran y pasarán entonces a ser un componente más de mi propio ser… eso me parece interesante ¿no? lo fugazmente grato deja de existir y pareciera dejar un vacío para mí, vacío que algunas veces me puede resultar francamente doloroso y paradójicamente es solo entonces que pasa a ser verdaderamente una parte de mí, pasa a formar parte de cada componente de lo que soy, hasta el más escondido rincón de mi ser y entonces ¿Qué crees? ¡Ya no hay manera de que se vaya jamás de mí! Ahora entonces es inevitable que esté conmigo, como antes lo estuvo el durazno, que con sus pequeñas partículas me conformará y después gracias a ellas llegarán nuevas que ahí se sostendrán y así hasta… no se hasta cuando.

Ahora puedo asentir a decir adiós, solo ahora puedo decir , solo ahora lo puedo mirar y darle un lugar en mi corazón y entonces la paz puede iniciar para mí.

Mario Alberto Núñez Molleda
Psicoterapeuta

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