Muchas veces he
escuchado como algunas personas me comparten con gran tristeza la experiencia
de haberse enterado de que “No fueron planeados en el momento de su nacimiento”
o aún más, “que no fueron deseados”… Cuando escucho esto, cuando puedo percibir
incluso el tono en el que esto se expresa y la carga afectiva que le acompaña,
pareciera que eso conlleva un enorme peso que habrá de cargarse la vida
completa y que irá invariablemente acompañado de dolor o angustia o
infelicidad, como si la persona dijera constantemente en su interior “Dado que
no fui deseado o planeado en mi concepción, entonces no puedo ni debo ser feliz
¿Cómo podría serlo?” y bueno, casi hasta parece que esto fuera realmente
verdadero, por lo menos así lo atestiguan las innumerables y dolorosas
experiencias transcurridas.
Ahora bien, ¿Será realmente así?
¿Será que dado que no fui esperado o deseado en mi concepción no tengo entonces
derecho ni posibilidad de ser pleno o feliz? Si trato de valorarlo centrado en
mí, surgen muchas dudas al respecto… ¿Será acaso que nosotros controlamos
del todo el asunto de quien nace y quien no?,
¿Será que realmente controlamos también cuando se nace y cuando no?. A mi
esto me parecería una gran arrogancia, al ponerme yo en esa posición pareciera
que yo fuera más grande que la vida, pareciera también que yo la pudiera
controlar y eso me resulta una percepción que tiene muy poco que ver con la
realidad, considero que la vida invariablemente es mucho, pero mucho más grande
que yo y que definitivamente tiene sus propios caminos que algunas veces medio
puedo entender y ejercer algún control, pero que las más de las veces pareciera
que más bien yo no soy más que una ligera pluma mecida por sus juguetones
soplidos que me hacen ir y venir, subir y bajar, a veces incluso caer en
picada.
Cuando presto demasiada atención a
ese asunto de que si fui deseado o no, si fui planeado o no, me olvido de
ver el evento más importante para mí: ¡Qué estoy aquí! ¡Qué tengo la
oportunidad de vivir como sea que la vida haya llegado para mí! ¡La puerta se
abrió y entré, no hay más! Y para que esa puerta se abriera para mí,
invariablemente, me guste o no, lo sepa o no, lo quiera ver o no… existe una
historia de amor, no de ese amor romántico que se vive en nuestras más
apasionadas telenovelas, sino de ese otro tipo de amor, ese enorme amor que se
encuentra del lado de la vida, que todo lo sostiene, lo energiza y que en esa
maravillosa sintonía con la naturaleza, mucho más allá de la razón nos permite
la posibilidad de la cocreación.
Puede ser que la historia de amor
que nos antecede haya sido muy pero muy breve, tanto que quizás incluso los
mismos protagonistas no se percataron de ello o no la recuerdan, o bien, puede
ser que haya sido una historia de amor cuya duración incluso aún hoy la podamos
constatar y mirarla en su caminar desde lejos, esa duración tampoco es lo más
importante, no hay una que valga más que otra, en realidad cada una tiene su
propio valor y su propia trascendencia, la cual, por cierto, cobra vida a
través de ti y de mi y todos y cada uno de nosotros que tenemos la fortuna de
permanecer aún aquí mientras llega nuestro momento.
De manera que entonces no importa
tanto si fui o no deseado, si fui o no planeado, lo importante es que hubo una
historia de amor para que yo llegara y que ESTOY AQUÍ, lo demás… son solamente
eventualidades del camino que nos van dando justo lo que necesitamos para poder
ir llegando a ser lo que hemos de ser.
Mario Alberto Núñez Molleda- Psicoterapeuta
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