Una gota de tinta para estas fiestas.
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Sacó de su abrigo un
pedazo de papel y tomándolo entre sus manos lo descansó en el vidrio opaco y
rayado del escritorio. Lo extendió tratando de rescatar con cuidado la esquina
levemente doblada del lado derecho. Una vez que lo tuvo al fin listo, comenzó
una ronda de caricias, que al trazar nuevamente con las yemas de sus dedos esas
letras escritas, corrió en sus ojos un velo líquido al tiempo en que su corazón
daba un salto acelerado y a destiempo.
Luego con un suspiro,
recuperó el recuerdo. Volvió a caminar sus pasos por el pasillo de la escuela
en donde aquel adolescente lo alcanzó antes de la salida para entregarle entre
sus manos rojizas un pedazo de papel doblado, acompañándolo con las palabras:
“Que tenga felices fiestas maestro”. En
aquel momento el profesor sólo tomó el papel y agradeciéndole a su joven alumno
lo introdujo en su abrigo ya que la prisa de ir a la otra escuela a iniciar su
turno vespertino le apremiaba.
Los días pasaron y en
la barahúnda del término del curso y de las fiestas navideñas el profesor
olvidó aquella nota. Fue hasta ese día en que nuevamente usó el mismo abrigo,
que sentado en la alameda central reflexionando sobre los detalles del año
vivido y descansando sus manos en el bolsillo lo encontró, justo ahí, en donde
había estado esperando por tantos días…
Lo leyó por primera vez or primera
vez y sintió que la banca en la que estaba sentado se elevaba, él se
estremecía, su consciencia se inquietaba y era como si de pronto no supiera
leer, las letras distorsionaban su forma, las palabras cambiaban su
significado, su sentido…
Cómo quisiera poder
regresar el tiempo, cómo sería posible retomar ese momento, cómo quisiera
convertirse en la tinta que vertida en ese papel quedaba impresa,
transcendiendo, agitándolo de tal manera en ese instante…
Estos
cuestionamientos y muchos más rebotaban en la alameda central, entrando y
saliendo del corazón de aquél profesor, que no supo dar un minuto a su joven
estudiante, que no pudo darse valor y detenerse tan sólo por un minuto, por un
valioso minuto…
De pronto, la ronda
de caricias sobre aquel pedazo de papel extendido en el vidrio gastado y viejo
del escritorio, testigo de tantos escritos de jóvenes estudiantes que habían
pasado por ahí para ser evaluados, y ahora testigo y cómplice de uno más que
sería el detonador del cambio de aquel profesor, quien ahora con un corazón más
en calma, más receptivo y más sensible, atendió con prontitud al llamado de su
pequeño hijo para ir a compartir la cena en víspera del año nuevo.
Tomó el pedazo de
papel y en el respaldo del mismo, dibujó con un lápiz de color azul un reloj
sin manecillas y lo colocó bajo el cristal de cara al escritorio, para al ver
su dibujo, poder así conectar con el escrito de ese joven alumno y retomar la
vida con un tinte diferente, quizás uno más abrillantado, tal vez uno matizado
en mate, no lo sé…
En estas fechas que
estamos viviendo: momentos de dicha, de convivencia, de reflexión, te invito a
que seas tinta que impregne el pedazo de papel y a que muestres en esa cara
opuesta al reloj, aquello que debemos observar y mejorar en nuestra labor
docente, no sólo pensando en el año nuevo que se aproxima, sino en cada
momento, en cada día, en nuestro presente, aquí justo ahora mismo, en este
instante deseo que derrames la primera gota.
¡Festeja como
pez!
¡Felices fiestas!
Mtra. Nse. María
Natividad Fernández Morfín.
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