Del espacio de papá y mamá…
Las maneras en como un hombre
y una mujer deciden establecer y vivir una relación de pareja son tan diversas,
como incontables los granos de arena de una playa y todas ellas tan válidas,
como sostenidas por sus propias historias y biografías. Puede ser que si las
veo desde fuera pudiera cuestionar muchas cosas, pudiera ser incluso que
decidiera calificarlas como funcionales o patológicas, quizás incluso con
muchos otros calificativos más o menos llenos de apreciaciones solo mías y por
tanto completamente fuera del contexto de lo que ahí REALMENTE ocurre, sin
embargo, la realidad INVARIABLEMENTE grita muy por encima de todo aquello que
yo o tú pudiéramos decir.
Mientras se trata de una opción
elegida por dos personas adultas, habríamos de entender que es SU RELACIÓN y
quizás incluso podríamos, siendo verdaderamente concientes elegir no
calificarla más allá, existe un proverbio de algún grupo indígena de la América
precolombina que dice poco más o menos así “Si quieres juzgar a una persona has
de calzar sus mocasines por siete lunas”… seguramente si hiciéramos eso antes
de emitir un juicio, habríamos de ser mucho más benévolos que si lo hacemos
solamente desde nuestros propios zapatos.
Sin embargo, aún cuando
concientemente quizás podemos ver esto, en el trajín del día a día, es mucho
más fácil elegir olvidarnos de mocasín alguno y emitir juicios o apreciaciones
a diestra y siniestra, esto se vuelve particularmente peligroso cuando la
relación que estoy calificando es la de aquellos gracias a los cuales estoy en
este mundo: la relación de MI papá y MI mamá y so pretexto de que “Tengo el
derecho que me da el ser parte de esa historia y el haberlo padecido” y bueno,
de que puedo hacerlo ¡Claro que puedo hacerlo! De que eso deje algún beneficio,
yo no estoy tan seguro…
Cuando elijo una postura
calificadora con respecto a los dos que abrieron la puerta de la vida para mí o
con respecto a alguno de ellos, invariablemente yo seré el perdedor independientemente
de a quien decida otorgarle el veredicto favorable o la absolución, pues cuando
elijo optar por alguno de los dos, me pierdo invariablemente del otro y por
tanto, de lo mucho que ese otro puede darme, esto vale desde luego en el plano
conciente como también en un plano más fino y sutil. Invariablemente, el camino
para que yo pueda ser quien puedo ser es el que tiene dos orillas que enmarcan
mi caminar, a la derecha mi padre y a la izquierda mi madre, no existe un
camino cuando solo hay una de las márgenes ¿Cómo caminar entonces? Tampoco
puedo hacer venir una margen para mi camino que venga de otro camino distinto a
mío, dado que “Ese camino si lo conozco” aunque no es mío o bien, dado que ese
camino “Si lo he caminado por que ese sí estuvo”.
El espacio de papá y mamá es
un espacio SAGRADO en donde los hijos no tenemos derecho de inmiscuirnos, es un
espacio que se construyó mucho tiempo antes de que yo siquiera estuviera en
calidad de proyecto y por tanto invariablemente me resultará inalcanzable por
su enormidad y complejidad, es curioso, es un mundo que probablemente me
resulta tan difícil de entender también precisamente por la excesiva cercanía
con la que lo intento y puedo ver, pienso que es como si quisiera describir una
moneda cuando la tengo a tres milímetros de mis ojos, seguramente podría hablar
de la moneda, sin embargo, seguramente también, sería muy poco probable que
pudiera verdaderamente hablar de la moneda como tal en su totalidad.
Quizás, hablando de este
espacio, lo más y lo mejor que podría hacer es mirar con los ojos límpidos,
inclinar suavemente mi cabeza, poner mi mano derecha en mi corazón, inclinar mi
cabeza casi al punto de tocar con mi barbilla mi pecho y emitir desde lo más
profundo de mi corazón un claro SÍ, quizás después podría girar un poco e
iniciar a caminar este, mi camino, con sus dos márgenes que seguro me llevará a
buen destino.
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